En la noche del pasado sábado los cooperantes  españoles Enrique Gonyalons y Ainhoa Fernández y la italiana Rosella Urru fueron  secuestrados en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf. La RASD  (República Árabe Democrática Saharaui) acaba de confirmar esta mañana la  autoría: AQMI (Al Qaeda en el Magreb Islámico). Mientras y a punto de abandonar  el Gobierno, Trinidad Jiménez realiza su primera visita oficial a Marruecos. Los  motivos reales de la visita son los mismos por los que el Gobierno español -que  no España- da la espalda a los saharauis en favor de Marruecos: la cooperación  contra la inmigración ilegal y el narcotráfico y el impulso de las inversiones  económicas. Ni más, ni menos. Ya lo vivimos hace un año, en un encuentro en  Madrid entre Jiménez y su homólogo marroquí, Taieb Fassi Fihri. Entonces apenas  había pasado un mes de los asesinatos y torturas llevadas a cabo por Marruecos  durante y tras el desmantelamiento del campamento Gdeim Izik y Jiménez,  ignorando los informes de Human Rights Watch, fue muy clara al evitar depurar  responsabilidades y asegurar que “ningún suceso va a alterar la relación que  tenga la Unión Europea con Marruecos”.  Y así fue.
 Ahora, desde Rabat, la ministra de Exteriores ha  anunciado que España “ha pedido a las Naciones Unidas que envíe una comisión que  valore la situación de seguridad en los campamentos de refugiados saharauis de  Tinduf”. Tiene gracia que pida la intervención de la ONU, la misma que lleva  años negándose a incluir en el mandato de la MINURSO (Misión de las Naciones  Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental) el respeto por los Derechos  Humanos. La misma MINURSO, por otro lado, que en agosto de 2010 no recibió a los  cooperantes de SaharAcciones que habían sido brutalmente apaleados por la  policía marroquí en El Aaiún porque era domingo. Y eso que hace pocos días,  Trinidad Jiménez aseguró en TVE que “la cuestión del Sáhara Occidental, a  diferencia de la palestina, no es un problema de  convivencia”.
 Y tiene gracia que ahora, cuando la amenaza ha sido  en territorio argelino y no marroquí, el Gobierno español pida la seguridad de  los cooperantes españoles. Cuando se produjo el desmantelamiento de Gdeim Izik,  en los territorios ocupados ilegalmente por Marruecos y hoy por hoy bajo su  soberanía, no hizo lo mismo. De hecho, los activistas de Sahara Thawra, Silvia  García y Javier Sopeña, denunciaron cómo el Gobierno español actuó con  negligencia. La única ayuda que prestó Mariano Collado, que actuaba entonces  como cónsul desde Casa España, fue la de refugio en sus instalaciones, nada más,  sin prestar escolta para llegar hasta allí desde los escondites en que se  encontraban los activistas, tratando de eludir las palizas que otros cooperantes  extranjeros ya habían recibido por parte de policías marroquís que asediaban El  Aaiún..
 Ahora, Taieb Fassi Fihri responsabiliza a Argelia de  la seguridad de los campamentos preguntando cómo se ha podido producir “una  intervención por la noche en una de las regiones más militarizadas y en un campo  que dispone de la seguridad ofrecida por Argelia y el Polisario”. También tiene  gracia que hable de militarización el mismo Gobierno que levanta un Muro de la  Vergüenza que divide el Sáhara Occidental y que se extiende a lo largo de más de  2.700  kilómetros  -20 veces más que el Muro de Berlín-, un muro  que cuenta con más de 100.000 soldados desplegados y varios cientos de miles de  minas antipersona (muchas de ellas ‘made in Spain’).
 Hay quienes ven detrás del secuestro a los propios  Servicios de Inteligencia de Marruecos, que podría haber ideado el plan con una  doble finalidad: en primer lugar, asestar a la RASD un duro golpe, pues con el  secuestro se extiende el temor a viajar a los campamentos de refugiados por  parte de los cooperantes o, lo que es lo mismo, se cierra el grifo a buena parte  de los ingresos y ayuda humanitaria que recibe el pueblo saharaui. En segundo  lugar, erigirse como los grandes héroes del secuestro al ser ellos mismos, los  marroquís, quienes liberen a los cooperantes.
 Personalmente, avalar esa teoría sin ningún tipo de  pruebas me parece un tanto arriesgado, pero no podemos olvidar el hecho de que  desde hace años Marruecos trata de contaminar el conflicto saharaui acusando a  los campamentos de refugiados de ser viveros de terroristas de AQMI. De hecho, a  principios de año, el régimen de Rabat publicó a los cuatro vientos la detención  al pie del Muro de la Vergüenza de una supuesta red terrorista de 27 personas  ligadas a AQMI. Algo que no evitó, no obstante, que cuatro meses después se  produjera un atentando en la misma plaza Yemaa el Fna de Marrakech. El vínculo  de campamentos de refugiados y terrorismo no sólo ha sido desmentido hasta la  saciedad por la RASD, sino que los cables de EEUU filtrados por Wikileaks  también confirmaban esta impermeabilidad al terrorismo islámico. Con todo y aún  sin ser viveros, los terroristas se han infliltrado y, dados los abundantes  check-points que el Polisario tiene desplegados por el territorio, es lógico  pensar que han tenido que contar con cierto grado de  complicidad.
 Sea como fuere, Marruecos trata de sacar partido a  toda costa y un día antes de que el embajador Christopher Ross informe al  Consejo de Seguridad sobre la situación en el Sáhara Occidental, el ministro  marroquí cuestiona “qué ley se aplica en los campos de Tinduf” pues se trata de  “un espacio de no derecho en el que no se conoce quién está encargado de la  seguridad”. Si el territorio argelino, cedido voluntariamente a la RASD para que  pueda sobrevivir el pueblo saharaui, es un espacio de no derecho, ¿qué es el  Sáhara Occidental, ilegalmente ocupado y cuya soberanía marroquí no está  reconocida legalmente por el Derecho Internacional?
 Estos días en Rabat, Trinidad Jiménez debería hacerse  ésta y otras muchas preguntas en la relación  hispano-marroquí.
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