Día 09/08/2012 - 04.33h
«Los huéspedes son
sagrados para los saharauis, son como dios», afirma contundente el secretario de
Estado de Seguridad del Gobierno saharaui, Ibrahim Mohamed Mahmud.
De esta forma ilustra el mazazo que supuso para un pueblo que vive de las
ayudas el secuestro de tres cooperantes extranjeros, dos españoles y una
italiana, el pasado 22 de octubre y que han sido liberados tras casi nueve
meses de cautiverio en el Sahel.
Ese día está ya marcado para siempre como
una fecha maldita en el calendario saharaui. El clima de libertad que reinaba
en la zona del desierto argelino donde se asientan los campamentos de
refugiados se tornó en una negra nube por la amenaza terrorista. Los protocolos
de seguridad son ahora más estrictos y han cambiado algunos hábitos, como los
de los movimientos de los cooperantes o de los trabajadores de las agencias de Naciones Unidas.
«En
octubre de 2011 cambió todo», reconoce el jefe de la Minurso (Misión de la ONU para el
Referéndum en el
Sahara Occidental ) en Tinduf (Argelia), el
sudanés Omar Bashir Manis.
“Hasta entonces todas las ONGs disfrutaban de la hospitalidad local. Ahora
todas tienen que restringir al máximo su libertad de movimientos”.
Entre 3.000 y 5.000 españoles visitan
los campamentos saharauis cada año. Muchos de ellos son
miembros de asociaciones amigas de la causa saharaui y miembros de ONGs entre
los que no ha sentado bien la repatriación de los cooperantes.
Los protocolos de
seguridad son ahora más estrictos y las ONGs tienen que restringir sus
movimientos
Una treintena
de ellos visitan estos días la zona pese al riesgo de secuestro que mantiene el
Gobierno deMariano Rajoy. Se
han encontrado el edificio de Protocolo donde son hospedados rodeado por un
muro de arena y los vehículos destinados a escolta han pasado de siete a
diecisiete. Además, explica el
secretario de Estado de Seguridad saharaui, en mayo terminó
la formación de un batallón de
400 hombres en la lucha contra el terrorismo así como una
unidad de intervención rápida. A esto se une la redistribución de competencias
de los Ministerios de Defensa e Interior, el aumento de policías y gendarmes
así como un mayor control del movimientos entre los campamentos de personas
extranjeras llegadas para visitar a saharauis.
Para
planificar los nuevos retos a nivel de seguridad tras los secuestros se han
estado reuniendo la ONU, el Polisario y, hasta decretar la evacuación, la Agencia Española
de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Han
trabajado en un plan conocido como «Saving lives together» (salvar vidas
juntos).
La ONU descarta en todo caso tomar una
decisión a la española con la repatriaciónde
su personal de los campamentos de refugiados saharauis. Lo
confirma Manis con un «no» contundente. Cuando Madrid decidió la repatriación,
gesto que el jefe de la Minurso no entra a juzgar, Naciones Unidas decretó
entre su personal tres días de bajo perfil con movimientos reducidos. Pasado
ese tiempo «retomamos nuestro trabajo con normalidad» tras comprobar con las autoridades
del Polisario que no había motivo para lo contrario.
La crisis económica impide el desarrollo o
mantenimiento de proyectos humanitarios
«El saharaui pensaba hasta hace
poco que el enemigo era un militar marroquí o un tanque», señala el Secretario de Estado de
Seguridad saharaui, «ahora es también el narcotraficante y el terrorista»,
añade señalando sin tapujos a Marruecos como campeón en la «producción y
exportación de cannabis» en una región en la que «no existen diferencias entre
el narcotraficante y el terrorista». Sin embargo, las rutas del hachís que
Marruecos sigue produciendo en grandes cantidades, aunque menos que hace
algunos años, no apuntan tanto hacia el sur africano como hacia el norte
europeo.
Ibrahim Mohamed Mahmud no
esconde que el hastío y el paro juvenil que golpea fuerte en los campamentos
hace a este sector de la población «vulnerable
frente a los narcotraficantes y los terroristas».
Todo
ocurre en un momento en el que la
crisis económica impide el desarrollo o mantenimiento de proyectos humanitarios
impulsados desde el extranjero, que se consideran de vital importancia para la
supervivencia de los aproximadamente 150.000 refugiados en una zona donde, como
reconoce un trabajador de la ONU, «la producción local es nula». Ya el pasado
mayo el ministro de Cooperación saharaui, Haj Ahmed, estimaba que la crisis puede llegar
a acabar con el cincuenta por ciento de la ayuda que les llega de las ONGs.
Efectivamente,
más allá de algunos pequeños huertos, casi la totalidad de los alimentos se
importan. En estos momentos, como reconoce el presidente de la Media Luna Roja
saharaui, Yahia Buhbeini,
se han agotado las existencias de harina, azúcar, lentejas y solo queda cebada
y aceite para un mes.
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