El documento elaborado y publicado por el
Real Instituto Elcano bajo el título de “Hacia una renovación estratégica de la
política exterior española” suscita un justificado interés para todos aquellos
que, por una razón u otra, siguen de cerca los vaivenes de la política exterior
española y su posicionamiento en cada tema inscrito en su agenda bilateral o
internacional. El Gobierno de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), en
tanto que miembro de la Unión Africana (UA), y el Frente Polisario, interlocutor
de la ONU junto al Reino de Marruecos en la búsqueda de una solución al
conflicto del Sáhara Occidental, están evidentemente interesados en lo que haga
o diga España o lo que se le propone que haga sobre el tema saharaui.
El informe del prestigioso Instituto se lo
propone en la página 77 a
través de una formulación silogística que rompe con las reglas de todo
silogismo. Normalmente, un silogismo es un argumento que consta de tres
proposiciones: mayor, menor y conclusión, donde viene deducida la última de la
primera a través de la segunda.
La propuesta mayor del Informe reza así: “España
debe seguir trabajando para lograr una solución política justa y duradera a la
descolonización del Sáhara Occidental”. La menor viene formulada sobre la base
de una “profecía”, al opinar así, sin más, alegremente, que “un nuevo Estado
poblado solo por unos centenares de miles de habitantes no homogéneos y
susceptibles [he aquí la profecía] de radicalización, preocupa más allá del
Magreb”.
La conclusión está servida: “España podría
adoptar una posición más proactiva y, cuando las condiciones resulten
favorables, plantear una solución de autogobierno genuino y garantizado que
permita satisfacer los deseos de Marruecos y del Frente Polisario”.
Como se puede ver, la conclusión no se
deduce de la propuesta mayor del silogismo porque no concuerda con el requisito
de “solución justa y duradera a la descolonización del Sáhara Occidental”. Los
autores del Informe no pueden ignorar que la descolonización, tal y como fue
definida por las Naciones Unidas en las resoluciones 1514 (XV) y 1541(XV), exige
que sea el pueblo del Territorio colonizado –llamado no autónomo– quien decida
libremente cuál es para él esa solución justa y duradera. En otras palabras, el
principio de autodeterminación para un problema de descolonización. Esta ha
sido por lo demás nuestra constante en la presentación de las coordenadas de la
cuestión del Sáhara Occidental y, se le mire por donde se le quiera mirar, no
hay otra salida diferente porque es la única que tiene en cuenta lo fundamental:
el derecho del pueblo saharaui a elegir su futuro y el del Territorio, que
sigue estando bajo una ocupación ilegal no reconocida por la comunidad
internacional.
La conclusión a la que llega el Informe
deriva más bien de la propuesta menor, la cual está sustentada en una profecía
divorciada de la realidad y poco aconsejable para otear lo futurible de manera
rigurosa. Además, refleja en este caso específico una ignorancia inexcusable de
los valores, sentimientos y aspiraciones de un pueblo pacífico, digno y
orgulloso que quiere recuperar su país, del que fue privado por un acto de
fuerza que lleva todavía asociado el nombre de la capital española. Esa
ignorancia es instrumentalizada en el análisis para proponer la solución que
desea Marruecos, es decir, una llamada autonomía que supone de entrada la
negación del derecho a la independencia.
Marruecos lleva intentando imponer esta no-solución
por activa –guerra y violación de los derechos humanos– y por pasiva –maniobras
en la ONU– pero no ha convencido a quien tiene que convencer que es el pueblo
saharaui y la comunidad internacional. La diferencia entre el argumento
marroquí y el que exhibe el Informe es que, mientras Marruecos se aferra a una
reivindicación territorial desestimada por el Tribunal Internacional de
Justicia, el Informe Elcano acude al argumento del “miedo” a habitantes
susceptibles de “radicalización”. Y uno no puede sino preguntarse por las
razones que yacen detrás de semejante profecía, porque salta a la vista la
falta de conocimiento del tema.
El Sáhara Occidental –RASD desde el 27 de
febrero 1976– es tal vez el país en la zona que está mejor situado para
garantizar su propia viabilidad, estabilidad y coexistencia pacífica con su
entorno y vecindad, incluidos Marruecos y España. A ello contribuyen tanto su
homogeneidad étnica, cultural, religiosa y de tradiciones que reflejan valores
altamente sofisticados en términos de libertades e igualdad, como sus inmensos
recursos naturales, hoy expoliados de forma inmisericorde de la mano de la
democrática UE. Del Sáhara Occidental independiente no saldrán saharauis en
pateras hacia las costas europeas. Habrá que ayudar al joven Estado, cierto, pero
condenarlo hoy bajo el argumento de que tal vez, en el futuro, algunos de sus
habitantes puedan llegar a radicalizarse, resulta cuanto menos curioso y en
todo caso políticamente motivado. Trasladado el curioso argumento a las
circunstancias de hoy, llevaría a España a oponerse a la independencia de
muchas naciones que tienen Embajadas en Madrid.
Habría sido más coherente formular la
primera propuesta del silogismo y manifestar el deseo de que la solución justa
y duradera que ponga fin a una prolongada injusticia se logre en el plazo de
tiempo más breve. En realidad, la España oficial no necesita hoy la
recomendación del Real Instituto Elcano. Lleva años aplicándola. En múltiples
reuniones bilaterales, tanto en Madrid como en Nueva York, hemos querido frenar
la deriva que supone el alineamiento con los deseos de la potencia ocupante del
Territorio. También hemos tratado de mantener la ilusión de que España pueda
siempre contribuir, desde sus notables potencialidades, en una obra de paz
justa, genuina y asumible para una gran nación democrática que tanto dio al
mundo y que de paso no puede desvincularse a la ligera de su pasado en el
Sáhara Occidental. Sin embargo, hemos de admitir que, hasta ahora, ha sido como
predicar en el desierto. Si el Real Instituto Elcano fue invitado a ayudar en
la concepción teórica de la política exterior española, ahí se ofreció una
nueva oportunidad para formular algo consistente con estos anhelos legítimos y
justificados, compartidos además por la opinión pública interna, pero resulta
curioso que el Instituto haya decidido justificar la deriva, sobre la base de
algo tan débil como una “profecía”... de mal agüero.
Ahmed Bujari es representante del Frente
Polisario ante la ONU.
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