La
medida de Exteriores de repatriar a los cooperantes españoles al sur de Argelia
aísla aún más a esta población confinada al exilio obligado desde hace 37 años.
PUBLICO.es PATRICIA CAMPELO
MADRID 30/07/2012
14:10
Tras los secuestros el pasado octubre de tres
cooperantes en Rabuni, el centro administrativo de los campamentos de
refugiados saharauis, el Frente Polisario ha extremado las medidas de seguridad
con los extranjeros que viajan a esta parte del sur de Argelia.
Los esfuerzos de las autoridades
saharauis se han notado en las épocas que más visitantes reciben los
campamentos: diciembre (durante el puente de la Constitución), abril (en Semana
Santa) y en mayo (con motivo del Festival de Cine del Sáhara). Decenas de
familias españolas aprovechan las equilibradas temperaturas del invierno y la
primavera para visitar a los niños y niñas que después acogen en sus casas
durante el verano.
Estas familias acuden, en
ocasiones, con sus propios hijos, para que conozcan de primera mano la vida en
el exilio de los refugiados del Sáhara y comprendan el conflicto. El ambiente
en el que conviven es de completa normalidad, y así lleva siendo desde la
década de los 80, cuando comenzaron los primeros programas de acogida de
menores saharauis.
Este último año, y a consecuencia
del secuestro de Ainhoa Fernández, Enric Gonyalons y Rosella Urru, las medidas
de seguridad impuestas por el Polisario han consistido en registrar los datos
de los extranjeros que viajan entre wilayas [provincias] así como del guía y
conductor que los acompaña y no permitir desplazamientos nocturnos. El gobierno
de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) desplegó un gran cordón de
seguridad durante el Festival Internacional de Cine del Sáhara (Fisáhara), al
que acudieron cientos de personas y que sirvió para desmontar la imagen de
inseguridad en los campamentos.
El presidente de CEAS Sáhara,
José Taboada, ha recordado que el terrorismo sorprende la primera vez que actúa
"como sorprendió en Nueva York, Madrid y Londres". "Y en el
Sáhara también sorprendió, pero eso no volverá a pasar", ha dicho esta
mañana en declaraciones a la
Cadena Ser.
Sobre el terreno, los saharauis
refugiados aseguran no sorprenderse de la decisión del Gobierno español y
sostienen con resignación que no es la primera vez que la clase política
española les abandona. Chej Muhftah, miembro de UJSARIO, la unión de jóvenes del
Frente Polisario, se pregunta qué pasa con los españoles que hay en otros
lugares como Somalia o Irán. "¿También les han repatriado?".
"Esos sitios son más inseguros", apunta Chej, a quien no le queda más
que concluir: "El ministro de Exteriores español parece que representa más
a Marruecos que a su propio pueblo".
Y es que la cuestión de fondo que
apuntan las organizaciones de ayuda al pueblo saharaui es la claudicación a los
intereses marroquís. Al reino de Mohamed VI le molesta la constante presencia
del ojo extranjero en los campamentos de refugiados y no permite las visitas en
los territorios ocupados del Sáhara Occidental, donde la vulneración de los
derechos humanos sobre la población saharaui es continua.
Exportar la causa saharaui más
allá de los límites geográficos de la hamada argelina y más allá de las
ciudades ocupadas por Marruecos es un inconveniente para el reino alauita. El
odio a los saharauis ya lo expresó Hassán II cuando inició la Marcha Verde en 1975
para ocupar los territorios recién abandonados por España: "Si el Frente
Polisario ataca la Marcha, los aplastaremos". Lejos de aplastarlos, los
saharauis defendieron su territorio en una guerra que les enfrentó a Marruecos
hasta 1991. Desde entonces, es notorio el saqueo y la vulneración de derechos a
la población que se quedó en esas ciudades.
Mientras, los refugiados que
viven al otro lado del desierto no temen por su vida, pero las nuevas
generaciones crecen con importantes carencias alimenticias y con escasas
posibilidades de desarrollar una vida independiente en el futuro. Jóvenes
refugiados como Chej se forman en el extranjero y a su regreso a los
campamentos solo encuentran frustración. El trabajo de los cooperantes en este
lugar es vital para garantizar los derechos que tiene una población a la que se
la lleva negando desde hace mucho tiempo un principio básico para el desarrollo
de los pueblos: la autodeterminación.
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