A los tres años de la firma, el 14 de noviembre de 1975 ,
de los llamados «acuerdos de Madrid» entre el último Gobierno franquista, el
anterior régimen mauritano y el presente marroquí, documentos encontrados en
los archivos de la Corona
belga permiten establecer que, por lo menos, dos Gobiernos europeos (Bélgica y
Gran Bretaña) disponían de valiosos argumentos que hubieran modificado, si no
se hubiesen hurtado al conocimiento del Tribunal de La Haya , el ambiguo fallo que
este tribunal internacional dio a la consulta sobre la soberanía de la ex
colonia española, Joaquín Portillo, ex corresponsal en Bruselas de varias
publicaciones españolas, revela en esta serie que comenzamos hoy la parte belga
de los documentos citados, que en síntesis contradicen la interpretación
marroquí al fallo de la Corte
de La Haya y
refuerzan la posición de aquellos que mantienen que el Sahara, al menos al
final del siglo pasado, nada tenía que ver con el sultanato de Marruecos.
Mapa antiguo donde se establecen las fronteras reales del territorio saharaui |
Estas críticas, que están unidas al dictamen, insistían en
que los jueces no habían podido ocuparse del tema con la suficiente profundidad
Ello, seguramente, podría, explicar bien la limitación de
los esfuerzos hispánicos en los preparativos para La Haya. España , es
cierto, aportó abundante documentación al alto tribunal.
Mucha, pero no toda y, seguramente, tampoco la más decisiva.
¿Cómo explicar, si no, la ausencia de documentos tan relevantes como los de
Lahure, Whettnall, Tacquin? ¿Cómo explicar que Madrid no presentase a los
jueces estos y otros testimonios de primera mano, diseminados en los archivos
de las ex metrópolis occidentales?
Los documentos secretos de Bruselas
Una mayor investigación hubiese permitido obtener los
informes secretos, y enteramente inéditos, que Lahure y Whettnall enviaron, a
finales del siglo pasado, al soberano de los belgas, Leopoldo II. Son
documentos elaborados por testigos directos de lo que ocurría entonces al sur
de Marruecos, es decir desde el río Draa hasta la frontera de la «colonia
española de Río de Oro», que partía de Cabo Bojador.
El barón Whettnall, cónsul general de Bélgica en Tánger,
había recibido del rey LeopoIdo II la consigna de informarse sobre la
posibilidad de adquirir «para el Estado independiente del Congo», propiedad del
soberano de los belgas, una colonia situada al sur de Marruecos, a medio camino
entre el puerto belga de Amberes y el puerto congoleño de Matadi. Esto ocurría
aproximadamente durante la
Conferencia de Berlín (1884-1885), donde las potencias
occidentales establecían el «reparto de Africa».
Conferencia de Berlin de 1884 |
A su regreso, el explorador marroquí responde así: «Estos
territorios son conocidos bajo el nombre de Ergueiba y divididos en trece
secciones, una de las cuales, la de Beni Musa, tiene por jefes a los
descendientes directos de Sidi Hamed El Ergueibi, santo patrón del territorio.
Este marabut era, incluso ya en los tiempos antiguos, jefe independiente de
estos territorios con jurisdicción espiritual y temporal sobre el país, que en
la época del reinado del sultán El Kahil (el Sultán Negro) había sido
delimitado desde el río Draa hasta la
Seguía a el Hamra y desde (ininteligible en el original)
hasta la playa a una distancia de siete olas con marea alta. La extensión en
longitud de esta playa es de cinco jornadas de marcha y el territorio es más
grande que todo Marruecos. Esta posesión ha sido comprada a los Bani Hasian
mediante mil camellas, mil negras, mil corderos, mil cabras y diez cargas de
camello de oro de primera calidad. El mismo marabut, Sidi Hamed El Ergueibi,
compró al sultán El Kahil las cabilas de Ait Usa, Izarguien, (ininteligible en
el original) y Ait Aimos, que se encuentran al norte del río Draa. Estas poblaciones
pagan todavía hoy su tributo anual a los descendientes del marabut y no al
sultán de Marruecos. No existe más que un solo título de propiedad de estos
territorios, el de la compra hecha de los Bani Hasian. Fuera de estos derechos
de soberanía, los territorios son la propiedad común de todos los habitantes;
nadie vende propiedades, ni posee títulos de propiedades, y el que quiera un
terreno puede tomarlo sin pagar. Yo he propuesto a un jefe venderme un trozo de
tierra para instalarme allí y me ha dicho que tomase todo lo que quisiera y que
Dios me ayude a cultivarlo. A la petición mía de si me daría un título de
cesión para el caso de que yo quisiera construir, me ha dicho que podía hacerlo
sin título y que él garantizaba mis derechos...»
Hasta aquí el documento, rigurosamente inédito hasta hoy,
encontrado en los legajos belgas y del que tampoco dispusieron los jueces de La Haya. Se puede subrayar
que está elaborado por un informador marroquí para un israelita, también
marroquí, y que el informante, verosimilmente, ni siquiera sabía que detrás de
todo el asunto estaba un belga (y mucho menos el rey Leopoldo II). Se desprende
también que, según este testimonio, los territorios saharauis se extendían (en
el momento de la colonización española) incluso al norte del río Draa.
Joaquin Portillo 11 Nov. 1978
Fuente: El Pais archivo
Publicado por "El Sahara de los Olvidados"
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